Días de radio… y patentes

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Si alguien cree que la obsesión por las conexiones inalámbricas es patrimonio de la sociedad del siglo XXI, ese alguien está muy equivocado. Hubo una época, no demasiado lejana, en la que las civilizaciones empezaron a hacer gala de un estilo de vida frenético. Esa época fue el siglo XIX. Los rápidos cambios en moda,  comercio, conflictos, medios de transporte o industria, entre otros factores, definieron el nuevo signo de los tiempos y modificaron los hábitos de consumo. La demanda de inmediatez por parte del público también se trasladó al sector de la comunicación. El papel y el telégrafo ya no eran suficientes y el siglo fantaseó con las comunicaciones libres de cables pocos años antes de dar carpetazo a su paso por la historia. Dirigentes, estrategas y magnates ambicionaron la nueva necesidad colectiva al instante. Pero, fueron los inventores quienes realmente se pusieron manos a la obra.

Había empezado la carrera para crear e implantar un sistema de comunicación inalámbrico que fuese capaz de transmitir información entre dos puntos separados por una gran distancia.

La pugna por las ondas

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La invención de la radio es uno de esos hitos de la humanidad que siempre irá asociado a la polémica. La lucha de cerebros que se sucedió ha generado cientos de relatos históricos que se decantan por uno u otro padre creador, según la nacionalidad del narrador de los hechos.  Casi 125 años después de la concesión de la primera patente oficial de la radio, la contienda por la titularidad continúa. Aunque si alguna rivalidad ha perdurado en el tiempo y ha hecho correr ríos de tinta, esa ha sido la que hubo entre Nikola Tesla y Guglielmo Marconi, los principales y más mediáticos implicados.

Pero, no fueron los únicos. Hubo otros nombres que también aportaron su grano de arena y son dignos de mención en esta controversia legendaria.

Heinrich Hertz fue el pionero. En 1886, el físico alemán sentó las bases de las investigaciones venideras y la consecuente rivalidad de talentos al demostrar la existencia y propagación de las ondas electromagnéticas. Irónicamente, Hertz nunca consideró que sus avances pudiesen conformar un sistema de comunicación. Algo que sí vieron quienes serían sus discípulos más aventajados durante la última década del siglo decimonono: los ya mencionados, Tesla y Marconi, el ruso, Aleksander Popov y el español, Julio Cervera.

1891-1900: transmisiones en pruebas

Nikola Tesla disfrutaba de un doble estreno durante la primavera neoyorkina de 1891. En el plano personal, acababa de serle otorgada la ciudadanía estadounidense, mientras que, en lo profesional, empezaba a deslumbrar a medio planeta con las, ahora archiconocidas, bobinas que llevan su nombre. Con aquella nueva aportación al mundo de la electricidad, el inventor no solo revolucionó el sector, sino que también descubrió que era posible emitir y recibir señales de radio siempre y cuando estas se sintonizasen en la misma frecuencia.

Motivado por las habilidades extras de su última creación, inició su andadura en el mundo radiofónico hasta conseguir dar forma a su primer radiotransmisor con el que, en 1893, logró transmitir energía electromagnética sin cables.

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Dibujo de la Patente de Tesla Nº 645.576

Por desgracia, Tesla no pudo ejecutar todas las pruebas que tenía programadas para demostrar la funcionalidad y fiabilidad del aparato. El incendio que arrasó su laboratorio por completo en 1895 hizo no solo que perdiera todo el trabajo realizado hasta el momento, sino que también lo obligó a ausentarse de la competición por unos largos meses. El inventor no reaparecería hasta 1897, fecha en la que solicitaría su primera patente de radio en Estados Unidos (645.576). Pero para entonces, ya sería tarde para destacar de modo individual.

En 1895, al mismo tiempo que el universo Tesla se desmoronaba en Estados Unidos, la carrera por consolidar la radiofonía seguía su curso al otro lado del charco.

Fue a partir de mayo de ese mismo año cuando Rusia y algunos países de Europa del Este empezaron a considerar a Aleksander Popov como “padre de la radio”. Los compatriotas del físico le concedieron el título tras ser testigos de la transmisión de señales entre tierra firme y un barco situado a 5 kilómetros de la costa y entre dos edificios de la Universidad de San Petersburgo. El inventor había iniciado sus presentaciones en sociedad con un mejorado receptor de radio, construido a partir de un detector de rayos, que almacenaba descargas eléctricas en un condensador y transformaba los impulsos en mensajes telegráficos.

Meses después, el aparato se convertiría en un sistema completo de recepción-emisión de mensajes telegráficos. Sin embargo, pese a la gran acogida, el gran apoyo institucional y haber dejado constancia por escrito de sus hallazgos, Popov pecó de poco práctico y no solicitó patente para la invención.

De forma paralela, un veinteañero italiano, llamado Guglielmo Marconi, se encontraba realizando sus propios experimentos con las transmisiones inalámbricas, tomando como base y principales referentes los estudios y avances publicados por Hertz y Tesla. Con la ayuda de su mayordomo Mignani, el noble ítalo construyó una alarma de tormenta en el ático de la residencia familiar tenía en la localidad de Pontecchio. El aparato logró sonar tras detectar las ondas generadas por un rayo distante.

Posiblemente, todo hubiese quedado en aportaciones hechas por parte de otro talento local de no haber sido por la habilidad para los negocios y el marketing que demostró su progenitora, Annie Jameson. La matriarca aprovechó los buenos contactos que la rama materna de Marconi tenía en Inglaterra y envió a su hijo allí para que todos conociesen el potencial del joven inventor. En especial, Henry Jameson, primo de la mamma y coronel del ejército británico. Aquella visita familiar desembocaría en uno de los actos promocionales más rentables de todos los tiempos.

En un tiempo récord, Marconi se hizo con el beneplácito y patrocinio de la prensa, la nobleza e, incluso, la realeza británicas. Todos apoyaron y aplaudieron su trabajo sin reservas, como las demostraciones de transmisión de señal que hizo en el Canal de La Mancha para las que utilizó un oscilador desarrollado por Tesla.

Ya en 1896, el imberbe italiano protagonizaría el gran sorpasso al convertirse en el titular de la primera solicitud de patente para telegrafía inalámbrica en Reino Unido.

1900- Trío de ases: Tesla vs. Marconi + Cervera

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Dibujo de la Patente de Tesla Nº 649.621

 

En 1897, Nikola Tesla se recuperaba del bache económico y creativo posterior al incendio de su laboratorio. Consciente de que muchos otros habían aprovechado su ausencia para tomar la delantera, quiso recuperar parte del tiempo perdido de inmediato y, ese mismo año, solicitó sus primeras solicitudes de patente de radio (645.576 y 649.621) ante la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos. Le serían concedidas tres años más tarde, en 1900.

Paralelamente, en Gran Bretaña, el meteórico ascenso de Marconi se apuntó un gran hito el 2 de julio de 1897, al obtener la patente de la radio por parte de la Oficina de Patentes de Londres (12.039).

Días más tarde, el italiano crearía la Wireless Telegraph & Signal Company, el pistoletazo de salida a su faceta empresarial.

En 1899, el ingeniero español, Julio Cervera, entra en la compañía de Marconi, donde cosecha nuevas patentes en telegrafía inalámbrica y se convierte en el nuevo actor de la historia de la radio.

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Dibujo de la Patente de Marconi Nº 12.039

 

El clímax de la guerra por la paternidad intelectual de la radio llegaría a finales de 1900. En el mes de noviembre, Marconi quiso revalidar en América todo lo conseguido en Europa. Como preparativo a su peculiar conquista del mercado americano, rebautizó a su compañía, que pasó a llamarse Wireless Telegraph Company. Sin embargo, el Nuevo Mundo no se muestra tan acogedor como el Viejo Continente y las solicitudes de patente son rechazadas de forma sistemática durante 3 años.

Lejos de darse por vencido, Marconi vuelve a recurrir a los excelentes contactos aristocráticos que tan buenos resultados le había proporcionado en Reino Unido. Gracias a ellos, consigue más financiación para su empresa y esta se dispara rápidamente en bolsa, lo que llama la atención de Thomas Edison (otra gran figura en conflicto con Tesla) quien acepta trabajar como Ingeniero Consultor en la WTC. La alianza italoamericana, sumada al enfriamiento de la relación entre Tesla y el empresario George Westinghouse, dejaron al inventor de origen serbio prácticamente fuera de juego.

Antes de finalizar 1901, Marconi logra suavizar los fracasos en Estados Unidos con la primera emisión-recepción de señal entre ambas orillas del Atlántico.

Sin interés alguno por la lucha de egos entre Marconi y Tesla, Julio Cervera regresó del Reino Unido a España para centrarse de lleno en la investigación. El castellonense se refugió en el Mediterráneo para crear el Telemando de Equipos y Sistemas, precursor del mando a distancia y una de sus patentes más importantes, y mejorar la telefonía sin hilos. Hasta la fecha, Marconi y Tesla habían transmitido sonidos a larga distancia, pero no voz.

Cervera consiguió trasmitir la voz humana en varias pruebas realizadas entre diciembre de 1901 y enero de 1902 entre el cabo de la Nao (Alicante) e Ibiza, puntos separados por una distancia aproximada de 85km.

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Dibujo de la Patente inglesa de Cervera Nº 20.084

Los fructíferos resultados fueron la semilla de la Compañía Española de Telegrafía y Telefonía Sin Hilos (Radio), establecida en 1902. Sin embargo, el conservadurismo y la perenne envidia española impidieron que la iniciativa tuviese un largo recorrido. Cerró tras 4 años de actividad. Lo que no se pudo impedir fue la aportación de Julio Cervera a la sociedad, avalada por varias patentes a su nombre en España (nº 24.717, 24.899 y 25.038), Alemania, Bélgica o Inglaterra. Voces expertas, como la del profesor Ángel Fous, aseguran que la obtenida en Reino Unido (nº 20.084) fue la más relevante, ya que se consiguió sin oposición de la maquinaria mercantil de Marconi, lo que significa que la creación del español constituyó un sistema distinto. Con todo y con eso, Cervera fue el gran olvidado por la historia.

1904: el inesperado cambio de frecuencia en la patente de la radio

De vuelta al continente americano, en 1903, el férreo sistema estadounidense de patentes seguía mostrándose reticente a reconocer los avances de Marconi, por apoyarse estos demasiado en los avances de Tesla y otros inventores, como Oliver Lodge o John Stone. En consecuencia, la oficina americana dio prioridad a sus conciudadanos, declarando “muchas de las reivindicaciones no son patentables sobre las patentes de Tesla: 645.576 y 649.621. La pretendida ignorancia de Marconi sobre la existencia del “Oscilador Tesla” es poco menos que absurda”.

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Sorprendentemente, la historia dio un giro de 180 grados en 1904 cuando, sin explicación alguna, la Oficina de Patentes de Estados Unidos cambió su veredicto en favor de Marconi, quien pasó a ser nombrado “inventor de la radio” a escala internacional a partir de ese momento. Si Tesla, como afirmaron algunos testimonios de la época, realmente consideraba que Marconi era un buen muchacho que usaba 17 de sus patentes, casi a modo de halago, seguro que tal revés institucional le hizo cambiar de opinión por completo.

Jamás se produjo justificación sobre el fallo a favor del italiano, aunque los rumores tanto de la época como posteriores atribuyeron la permuta al gran apoyo financiero que respaldaba al joven inventor europeo.

Los problemas de salud y financieros de Tesla en los años venideros dejaron vía libre a Marconi tanto en su faceta de investigador como en la de empresario. El inventor de origen serbio se embarcó en varias demandas judiciales entre las que destacaron su protesta por la concesión del Premio Nobel a su rival en 1909 y la interpuesta contra la Wireless Telegraph Company por infracción de patente en 1915. Ambas cayeron en saco roto por falta de liquidez por parte del demandante.

La radio: una invención colectiva

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En junio de 1943, la compañía de Marconi demandó al gobierno de los Estados Unidos por el impago de derechos de patente derivado del uso de sistemas de transmisión por parte del ejército durante la I Guerra Mundial. La Corte Suprema zanjó el asunto restaurando la prioridad de patentes previas de Tesla, Oliver Lodge o John Stone. Los partidarios del primero quisieron ver la victoria de su ídolo sobre Marconi, pese a que en la sentencia no se proclama a ningún sujeto como absoluto inventor de la radio ni se invalida la labor del italiano.

Quizás, por ello, lo más justo y acertado sea repartir el mérito y calificar la radio como el producto final de una invención colectiva. Un trabajo en equipo envidiable del que los nombres de Tesla, Marconi, Cervera y Popov (et al.) son cotitulares y el resto de la humanidad, principales benefactores.

Jorge Domínguez
Business Development Assistant - ABG-IP
Jorge se incorporó a ABG Intellectual Property en 2019. Su experiencia laboral ha estado siempre ligada a la creación de contenidos, tanto en medios como en agencias de comunicación. Además, cuenta con una trayectoria como autor literario y musical. Es autor de las novelas, “Los Chicos del Parque” (2017) y “Condenados a Entenderse” (2019), y ha lanzado su primer álbum, “Domine”, en 2020.
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