ACTUALIZADO 28 de junio de 2023
En 1969, Stonewall no era más que otro pequeño antro maloliente de Nueva York sin agua corriente, donde se servía alcohol adulterado y cuya gestión estaba en manos de la mafia. Era también uno de los pocos refugios de la Gran Manzana donde muchas personas podían ser ellas mismas.
La madrugada del 28 de junio de dicho año, hartos de redadas injustas, un grupo de gais, lesbianas y transexuales se rebelaron contra el abuso policial y una sociedad que los consideraba fruto de un desorden mental.
Los ladrillos que impactaron contra el ventanal ahumado del Stonewall agrietaron el tabú de la libertad sexual y allanaron el terreno a generaciones sucesoras. Estas últimas han rescatado del olvido a hombres y mujeres (en adelante, personas) cuyo intelecto (ahora y siempre, sin género) aportó un enorme grano de arena a una sociedad dominada por la doble moral.
Este orgulloso ABGstories repasa la trayectoria de algunas de esas mentes.
Las mil y una caras del arcoíris
Mientras unos se estancan en el blanco y negro, otros apuestan por sacar el máximo provecho de la amplia paleta de tonalidades que tenemos a nuestro alcance.
Como Gilbert Baker, el artista que en 1978 creó la bandera arcoíris (inspirándose en la célebre canción Over The Rainbow, tema central de la adaptación cinematográfica de El Mago de Oz de 1939) y la convirtió en un símbolo para millones de seres humanos. ¡Y todo gratis! Baker se negó a proteger la exclusiva sobre el diseño para que la composición fuese siempre de uso público.
La primera bandera constaba de 8 colores. En la actualidad, la versión más popular es la de 6 colores, pues el rosa y el turquesa fueron eliminados por motivos de fabricación.
La más pura coincidencia hizo que la provincia peruana de Cuzco y el colectivo LGTB estrenasen sendos símbolos de parecido razonable en junio de 1978 con muy pocos días de diferencia. El de Cuzco está inspirado en la whipala inca (bandera cuadrangular precolombina de 7 colores que incluía el blanco).
En su versión setentera, la bandera andina presentó también 7 tonos, siendo uno de ellos el azul celeste (no confundir con el turquesa). Nunca hubo acusaciones de plagio.
El hombre gris que le devolvió el color al mundo
Si hay un ejemplo claro de la crueldad de los prejuicios, ese es el de Alan M. Turing. Su talento y su reconocimiento como padre de la informática y la inteligencia artificial, amén de su Bomba (la máquina que descifró el código de la Enigma de los nazis y nos salvó del yugo de Adolf Hitler) estuvieron a punto de ser borrados por completo del imaginario humano cuando en 1952 el matemático fue procesado por ser homosexual (las relaciones entre personas del mismo sexo se legalizaron en Reino Unido en 1967).
Turing tuvo que elegir entre castración química o ingresar en prisión. Escogió lo primero. La opción menos mala para alguien a quien la sociedad de la época ya había condenado a vivir reprimido de antemano.
Las causas de su muerte aun debaten entre el suicidio y la ingesta accidental. Fuese como fuese, Turing acortó su vida (al igual que había hecho con la II Guerra Mundial) a los 41 años, en 1954.
Pasado el conflicto y antes del trágico final, Alan Turing dejó patentando para la posteridad un Método para almacenar datos en una computadora digital (US 2799449).
Gran Bretaña acabó haciéndole justicia a título póstumo. En 2013, la reina Isabel II le concedió el perdón real y, desde 2021, su retrato aparece en los billetes de 50 libras. El cine, por su parte, lo inmortalizó en The Imitation Game (Descifrando Enigma).
El chip orgulloso
De perdones a posteriori también sabe mucho Lynn Conway. En 1964, esta ingeniera informática estadounidense empezó a trabajar para IBM. Fue en aquel entorno donde desarrolló la programación dinámica de instrucciones. Este hito para la computación moderna consiguió que las ejecuciones y flujo de datos de los procesadores escalables VLSI fuesen más eficientes.
Inciso muy importante: Conway entró en IBM como Míster y fue despedida como Miss. En 1967 inició su cambio de género. En 1968, el CEO de la empresa la despidió por razones ilegales hoy en día. A buen entendedor…
Ella siguió adelante. Pasó página en Xerox PARC, centro hoy conocido como Palo Alto Research Center (PARC, a secas). Lynn impuso su intelecto y acabó reconocida como pionera de la informática y la microelectrónica por sus innovadores diseño de chips VLSI.
Volvamos a IBM y retrocedamos por un segundo a agosto de 2020. Nada más y nada menos que 52 años después, el gigante de la computación se disculpó públicamente de Miss Lynn Conway.
Muchas de las personas que canalizan su rabia y odio al colectivo LGTB a través de sus ordenadores y redes sociales deberían saber que sus sistemas informáticos funcionan, en parte, gracias a mentes privilegiadas como la ahora descrita. Con suerte, perderemos en número de haters, pero ganaremos en valores y respeto en esta sociedad exageradamente conectada.
ePIlogo
- Suman por el bien colectivo (no solo del LGTBI).
- Pese a la fijación de nuestra sociedad por poner etiquetas y crear subcarpetas para todo, afortunadamente para nuestra especie, las buenas ideas trascienden todo alfabeto y preferencias sexuales.
Pero, si la cosa va de aferrarse a una letra y/o sigla… entonces, apuesto todo a la “H”. La de humano… con todas las imperfecciones, variedades y tonalidades que conlleve.
Ya lo dijo Jack Lemmon en 1959: “Nadie es perfecto” (Some Like It Hot – Con Faldas y a lo Loco).
Este artículo está dedicado con orgullo a Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, por derribar el muro de piedra y allanarnos el camino, y a todas las empresas que, además de teñir vuestros logos cada junio, predicáis con el ejemplo todos los días del año. ¡Gracias por propagar el respeto!
Agradecimientos a Pablo Calvo por revisar parte de este texto. Que yo entender, entiendo, pero en cuestiones ingeniero-informáticas, lo justo para reiniciar el portátil.