El espíritu navideño siempre ha sido una gran fuente de inspiración para todo tipo de profesionales, ya sean de letras o de ciencias. En este último campo, su huella ha sido tan notoria como esencial para que a nuestras celebraciones no les falte detalle. Disfrutad de un surtido de patentes de lo más festivo.
Navidades Blancas, Navidades Iluminadas
La tradición de adornar las casas con un toque de color verde en invierno se remonta a los tiempos de los antiguos egipcios y romanos. Entonces, las plantas perennes eran emblema de fertilidad, prosperidad y protección ante espíritus malvados y enfermedades.
La moda evolucionó. En el siglo XVI, los alemanes cristianos se apropiaron de la simbología pagana del solsticio de invierno e instauraron la tradición que perdura hasta nuestros días: usar un árbol como epicentro decorativo de la época navideña. Los teutones exportaron el hábito a su llegada a América.
El paso del tiempo demostró que la costumbre no era ni la más ecológica, ni la más segura –los árboles eran engalanados con velas.
La tendencia empezó a cambiar a finales del siglo XIX. En 1882, muchísimos años antes de que el alcalde de Vigo le declarase la guerra lumínica a Nueva York, el ingeniero estadounidense Edward Hibber Johnson tomó prestada la patente de la bombilla (US 223898) de su socio Thomas Alva Edison para decorar el árbol que tenía en casa.
El cableado con 80 luces en tonos blanco, rojo y azul fue la comidilla de Manhattan durante días, cosa que convirtió al Vicepresidente de la Compañía Eléctrica Edison en el Padre de las luces eléctricas para árboles de Navidad tanto dentro como fuera de los confines de la Gran Manzana.
En la Navidad de 1885, hasta la Casa Blanca presidida por Grover Cleveland emuló a Johnson. El ingeniero neoyorkino patentó una estructura de cableado para luz eléctrica (CA 35426) años más tarde.
De nuevo, el tiempo demostró que, aunque algo se habían pulido, las bombillas incandescentes no eran tampoco el summum de la seguridad. Un nuevo giro más fiable y económico llegaría casi un siglo después, cuando los entresijos del primer LED quedaron detallados por James R. Biard y Gary Pittman en su patente de 1966 (US 3293513). Esa semilla ha permitido que árboles y belenes de toda clase y estilos brillen hoy en día como nunca antes lo hicieron.
Navidades Verdes
De forma paralela a los avances eléctricos, la primera década del siglo XX trajo consigo pioneras alternativas ecológicas. Como la propuesta de Mary C. Crook, inventora de Nebraska, que tiene el honor de ser la primera mujer de la historia en patentar un árbol de Navidad completamente artificial (US 994248).
Mary solicitó la patente el 13 de febrero de 1911 y le fue concedida el 6 de junio del mismo año. La alternativa más barata y respetuosa con el medio ambiente caló rápidamente en la sociedad y cuenta con millones de adeptos en la actualidad.
De un fallo de iluminación al globo de nieve
Ni el misterio ni el milagro son patrimonio exclusivo de la Navidad. La historia de la innovación está llena de artilugios nacidos de la casualidad y titularidad ambigua. Como el caso de la “bola de nieve”.
Según algunas voces, el icónico adorno se forjó en las manos de alquimistas medievales. Otras, sitúan su existencia en las exposiciones internacionales que se celebraron en París a finales del siglo XIX. Y, otros, como los austríacos, atribuyen el invento a Erwin Perzy I, datando su primera bola alrededor de 1900.
Perzy fue un mecánico especializado en instrumentación quirúrgica cuyo hallazgo debe mucho a la casualidad, pues, en realidad, estaba tratando de mejorar la salida de luz fría en unas bombillas. En sus primeros experimentos manipuló bolas de vidrio llenas de agua, introduciendo en el líquido varias sustancias, como virutas de vidrio o sémola, para aumentar el reflejo. El vaivén de las partículas le recordó a una nevada.
Días después, ya completamente desviado de su propósito inicial, el austríaco introduciría una maqueta de una iglesia en la esfera, dando paso a la primera bola de nieve. La casualidad fundó una de las empresas familiares más longevas de Austria, gestionada hoy en día por la tercera generación.
De la primera patente vienesa de Erwin Perzy no hay rastro, aunque es mencionada en el apartado de Estado de la Técnica en registros de productos similares, como ocurre en la US 2015/288914A1.
Quien sí tuvo más audacia a la hora de patentar bolas de nieve fue el norteamericano Joseph Garaja. Su mejora del ensamblaje entre pedestal y bola es el gran atractivo de la primera patente estadounidense (US 1741692), concedida en 1929.
Clásicos imbatibles
El lado más comercial de la Navidad la ha convertido en un escaparate donde lo más tradicional convive con lo más puntero. Aunque, son siempre los clásicos los que acaban imponiéndose. Aquí van dos buenas pruebas de ello.
Cuando la meteorología tiñe las fiestas de un manto blanco de grosor considerable para el ocio, volvemos a lo básico para deslizarnos sobre la nieve. Los más impacientes recurren a plásticos, mientras que los más manitas se inspiran en patentes como la US 1334, que pertenece al primer trineo registrado en Estados Unidos.
A la hora de sentarse en la mesa, los dulces acaparan toda la atención en estas fechas. Entre ellos, el turrón es el auténtico rey de reyes. Este postre, arraigado en la cocina española desde la Edad Media, consiguió su primer Privilegio Real en el año 1867. Miguel Iglesias y Obiols dejó para la posteridad la pionera “Máquina destinada a triturar la almendra, coco y otros ingredientes para la elaboración de turrón, mazapán, etc.” ES 4280
En 2021, más de 70 patentes protegen a la industria turronera (producto, procesos de elaboración, tipos de maquinaria y envasado, etc.). El sector facturó en 2020 cerca de 291M€, con más del 45% de la fabricación exportada a otros países, según datos de la Asociación Española del Dulce.
Con el postre finalizamos el variado menú de este año y aprovechamos para desearos unas felices fiestas en las que lo único que se contagie sea la alegría y lo más parecido a un virus sea el cuñado de turno.